A los senderos,
que mil veces observaron
las caricias y besos
del grupo de dos.
Al cielo, nubes y estrellas,
que bajo faldas
se crearon una vez
sueños no imposibles.
A las paredes,
internas o de caliza
que nos escucharon,
o bien, sólo a mi me oyen.
A las melodías,
que elevan mis alas
haciendo vacilar,
o tal vez, en la realidad caer.
A las noches.
A las horas.
A las letras.
Y a mi labor.
A la fraternidad.
A la diferencia.
A mis desvelos.
Y a mi ansiedad.
A lo frustrante.
A lo excitante.
A lo que espina.
Y a lo que alimenta.
¡Por mi suelo!
Que no puedo agregar arena
a un océano.
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